viernes, 7 de noviembre de 2014

Al final de la calle.

''Mis zapatillas...¿Cómo lo hacen? me desplazan hacia donde yo quiero, es algo mágico'' Esta reflexión y muchas más, imagino, que se encontrarán en el último trago de todas las botellas de alcohol. Bueno, en el último o penúltimo, porque ya pienso en estas cosas y aún me queda otro más, el último de esta noche... ¡Allá voy! me arrimo la boca de la botella a mi boca y noto como la primera gota amarga de whisky toca mi lengua, junto a esa diminuta gota entra el resto, lo necesario para saber que no me gusta, pero aun así he sido dueño toda esta fría noche de esta chica con el pelo castaño.
Intentar seguir una línea recta en mi estado es un reto que, creo yo, pocos consiguen, pero aun me concentro, voy poco a poco y, sin saber por qué, abandono esa línea, lo vuelvo a intentar y la vuelvo a abandonar...creo que por esta vez ha ganado el reto y el bordillo de la calle gana mi presencia, me siento en él y coloco a mi lado la botella, la luz de la farola parpadea. Parece ridículo, pero podríais imaginaros perfectamente mi situación: típica escena de película en la que aparece el pobre borracho, tirado en el suelo, botella en mano y aparentemente hace un gran frío. La calzada está empapada y un coche me salpica a su paso. Miro hacia el lado y me doy cuenta de que hay un banco. Por un segundo, en mi cabeza ronda la idea de tirarme en él, pero pensándolo mejor, ¿Para qué? Quizás mi vida valga muy poco. Quizás solo merezca arrastrarme por el suelo...

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